Soy, lo reconozco, un hombre cangrejo, pero no le echen ustedes la culpa a mis padres porque les aseguro que ellos hicieron todo lo posible para que yo fuese un chico como los demás.
De poco sirven, sin embargo, los buenos deseos de los padres cuando sus hijos nacen marcados por un destino cruel. Al cumplir los 12 o 13 años -poco más o menos, a la misma edad en la que a otros chicos les apunta el bigote y les cambia la voz- a mí se me fue metiendo la cabeza entre los hombros -como consecuencia de un gradual e inexplicable acortamiento del cuello- hasta que cabeza y tórax formaron, de hecho, una sola pieza. Paralelamente, mi abdomen fue atrofiándose cada vez más -no hubo médico que pudiese remediarlo- y poco después de cumplir los 17 años, es decir, antes de entrar en quintas, me había convertido ya en algo parecido a un enorme cangrejo de mar que conservaba, eso sí, su cabellera humana y que continuaba peinándose con el mismo flequillo de siempre.
Ver el texto completo en El rábano por las hojas
Javier Tomeo
Viernes, 7 de julio de 2000
En la imagen Caranguejo de Seagulls Fly
De poco sirven, sin embargo, los buenos deseos de los padres cuando sus hijos nacen marcados por un destino cruel. Al cumplir los 12 o 13 años -poco más o menos, a la misma edad en la que a otros chicos les apunta el bigote y les cambia la voz- a mí se me fue metiendo la cabeza entre los hombros -como consecuencia de un gradual e inexplicable acortamiento del cuello- hasta que cabeza y tórax formaron, de hecho, una sola pieza. Paralelamente, mi abdomen fue atrofiándose cada vez más -no hubo médico que pudiese remediarlo- y poco después de cumplir los 17 años, es decir, antes de entrar en quintas, me había convertido ya en algo parecido a un enorme cangrejo de mar que conservaba, eso sí, su cabellera humana y que continuaba peinándose con el mismo flequillo de siempre.
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Javier Tomeo
Viernes, 7 de julio de 2000
En la imagen Caranguejo de Seagulls Fly
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